El Universo en una taza de café

Con el último artículo publicado en Kazetariak, titulado: “El Cafecedario con la amistad de Emilio Baqué; y el éxito del genial tabernero, José Luis Solaguren”, creí despedirme definitivamente del café y los Cafés pero ha habido algo curioso y llamativo que me ha obligado a recurrir de nuevo a la taza de esa negra bebida altamente estimulante que se obtiene a través de las semillas (tostadas y molidas) de los frutos de la planta que lleva el nombre de café, y que se cultiva principalmente en países tropicales y subtropicales, y que se bebe en todo el mundo.

         Cada mañana, al despertar o para despertar, preparamos la taza de café que nos va a espabilar para la larga jornada que nos espera; y no contentos con eso, tomamos café a media mañana para compartir ideas y/o vivencias con los compañeros de trabajo; y podemos hacerlo también a las tardes-noches con los amigos de siempre serán o con alguien de la familia en ese definitivo pasear de cada jornada.

         Uno de esos buenos amigos que leyó el artículo del “último café”, amigo de los que siempre se interesaron por la “ciencia” y que en el Bachilletrato sacaba sobre-salientes, me regaló un libro titulado: “El universo en una taza de café”, con este subtítulo: “Respuestas sencillas a enigmas de la ciencia y el cosmos”.

         La dedicatoria dice: “En el cole eras un pesado poque siempre decías que tu cabecita no daba para entender lo que pasa en el cosmos ni en el espacio casi infinito, ni en el tiempo de 3.700 millon es de años. Espero que ahora aprendas entendiendo de forma divertida algo de todo esto qur tanto te alucinaba”

         El autor de ese sorprendente libro que me regala mi amigo y ex compañero es Jordi Pereyra, un joven ibicenzo de 27 años licenciado en Ingeniería Mecánica por la Universudad Politécnica de Cataluña, joven que con unos años menos hizo lo que otros muchos: abrir un blog y conectar con sus seguidores, blog titulado “Ciencias de sofá”… Dado el éxito (con unas 200.000 visitas) se decidió publicar un libro, es decir, poner en papel lo que transmitía a través del aire tecnológico de Internet. Así, continuó su éxito divulgativo en la actualidad con otro blog, “Teknautas, Relatos relativos”, otro libro, como veremos, y algunas publicaciones en periódicos o revistas digitales. Ese primer libro, logicamene, es divulgativo y sobre astronomía, con este otro objetivo claro: “escribir de tú a tú a un lector no experto en ciencia con el objetivo de despertar en él su curiosidad… e iniciar o ampliar así sus conocimientos extratosféricos”…

“El movimiento hipnótico de la espuma del café”

        Jordi Pereyra comienza el prólogo de su “universo en una taza de café” con estas palabras: “Tienes la tarde libre, nada que hacer. Acabas de comer y te está entrando la modorra, pero no quieres desperdiciar estas horas babeando los cojines del sofá. Tienes que mantenerte despierto para disfrutar del día, así que pones la cafetera al fuego para prepararte tranquilamente un cortado. Al ver que el café empieza a salir de la cafetera, haciendo gala de tu imaginación, piensas que ha salido a la temperatura del núcleo del Sol. Con el café en la taza, te sientas a la mesa de tu salón, echas un poco de leche y empiezas a removerlo con la esperanza de que eso ayude a enfriarlo, y de que la cuchara no se funda en su interior. Ahí quieto, te quedas ensimismado mientras el líquido de tu taza gira.

        La verdad es –continúa Jordi Pereyra— que el movimiento circular de la espuma que flota sobre la superficie del café te resulta absolutamente hipnótico. Esa masa blanquecina y marrón te recuerda un poco a la estructura de una galaxia… Miles de millones de estrellas en medio del oscuro espacio, dando vueltas alrededor de un centro que…

         ¡Espera un momento!, ¿qué hay en el centro de una galaxia? La espuma permanece unida en el café porque está toda amontonada sobre su superficie, pero, ¿qué diantres mantiene a las estrellas en su lugar en una galaxia? ¡Al diablo la estructura de las galaxias! ¡La Tierra está flotando en medio del espacio! ¿Qué evita que se estrelle contra el Sol? ¿Cómo sabemos que no lo terminará haciendo algún día? ¿Cómo podemos estar seguros siquiera de que el cielo no da vueltas a nuestro alrededor y de que no somos el centro del universo?… ¡Maldita sea, sólo querías tomarte un cortado tranquilamente y has acabado cuestionando los cimientos de la astronomía mientras agarras la taza de café con fuerza!…

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“Intentaré aclarar todas tus dudas sobre astronomía”

        Terminas saliendo de tu trance cuando te das cuenta de que la taza quema bastante. Y eso te hace plantearte muchas cosas porque todo está plagado de incoherencias” (…) Y el joven Pereyra termina su prólogo con una promesa: “Con este libro intentaré aclarar todas tus dudas sobre astronomía”…

         Preguntado por qué sin ser un experto cree que con “El Universo en una Taza de café”  va a aclarar nuestras dudas sobre astronomía, responde: “Divulgar sobre algo cuando eres un experto te hace ser más estricto, te preocupas más por las formas. Yo desde niño he leído casi todo cuanto se ha publicado sobre el tema y tengo una idea general que me ha guiado para estructurar el libro y, sobre todo, para responder a cuantas preguntas nos hacemos a diario. El no ser experto nato te da más pie a hablar de tú a tú a los receptores, te da menos miedo a simplificar y eso ayuda a que la gente te entienda mejor”

         Probablemente este libro u otros parecidos no hubieran hecho falta si lo que en ellos se explica debiera ser sabido por un ciudadano medio, un ciudadano como yo. A eso, Jordi Pereyra responde: “Puede ser. A veces, nuestro sistema educativo tiende a hacer una enumeración de cosas que debes saber aunque nadie te explica el porqué dichas cosas son como son. Y el libro pretende combatir eso. Intenta explicar que no sólo existen los agujeros negros o las galaxias, sino también por qué sabemos que existen, su origen.

Los misterios del Universo y la astronomía

        Veo que yo tenía razón cuando de chaval, en el Bachillerato, comentaba eso de que “la cabeza no me da para entender cuanto ocurre en el Universo, para entender esas sorprendentes e increíbles fuerzas e incógnitas que hacen posible nuestra existencia en un Universo tan disparatado”

         Por eso, acierta Jordi Pereyra cuando resume así su libro: “Basta con observar el cielo para que nos asalten preguntas como ¿qué son en realidad las estrellas? ¿Por qué no se caen? ¿Brillan para siempre o se apagan? ¿Adónde va el sol cuando se esconde tras el horizonte? ¿Cuál es el tamaño del universo? ¿Qué lugar ocupamos en él?”…

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         “Hoy en día tenemos respuestas a muchas de estas incógnitas. Sabemos que vivimos en una galaxia de entre miles de millones, que existen los agujeros negros, que el universo tiene un tamaño inimaginable y que hay otros planetas ahí fuera dando vueltas alrededor de estrellas distantes. Pero, ¿cómo hemos llegado a descubrir todo esto?…

         La aventura por desentrañar los secretos del universo es una de las más largas de nuestra historia y ha inspirado a muchas personas a desarrollar las más diversas teorías. “El universo en una taza de café” nos revela el ingenio que ha desarrollado el ser humano para esclarecer los grandes misterios del universo; con la ayuda de ilustraciones, mucho humor y una entidad llamada Voz Cursiva (las preguntas y temores del supuesto lector) que hará lo posible por plantear las dudas que a todos se nos pasan por la cabeza”

Los egipcios, las galaxias, Einstein y el GPS

        Jordi Pereyra explica en sus declaraciones que la astronomía, como protociencia, empezó estudiando los ciclos que seguían los astros para poder prever qué pasaría en el futuro. Los egipcios, por ejemplo, predecían las crecidas del Nilo gracias a una estrella y eso les obligaba a observar el cielo, como lo hizo probablemente y de forma pionera algún hombre de las cavernas…

         Rocío P. Benavente, en “El Confidencial” (20-IX-2015), entrevistaba a Jordi Pereyra y le hacía esta pregunta: “¿Qué dos momentos han cambiado nuestra idea del Universo?”. Y el joven autor respondía: “Primero, Kepler y sus leyes, que empezaron a describir cómo se movían los planetas. Parece algo muy abstracto, pero pusieron las bases para el heliocentrismo. Y otra cosa que parece solo un detalle, pero sabemos que vivimos en una galaxia solamente desde principios del siglo XX. El descubrimiento de las galaxias fue muy importante porque antes de eso se creía que vivíamos en un universo donde estaba el Sol, la Tierra, algunos planetas más y un puñado de estrellas desperdigadas. No se sabía nada más. Al descubrir las galaxias, pasamos a vivir en un universo lleno de miles de millones de galaxias como la nuestra, llenas a su vez de miles de millones de estrellas como la nuestra. En lo que se refiere a nuestro lugar en el mundo, me parece que este descubrimiento tiene mucha importancia.

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         La periodista de “El Confidencial” en plena época de crisis económica en el mundo, le pregunta: ¿Qué le diría a la gente que cree que la investigación en astronomía es prescindible en época de crisis?… Pereyra responde:Se trata de una pregunta con truco, porque esa persona tendría su parte de razón: conocer la astronomía no tiene consecuencias directas en nuestra vida ¿Para qué nos sirve conocer las propiedades de un agujero negro, o de tal o cual galaxia? Pues para algo tan sencillo como entender mejor el universo y las leyes de la naturaleza”. Y concluye: “La utilidad no siempre es un buen baremo para decidir a qué dedicar fondos y a qué no. El conocimiento en sí ya tendría que valer la pena, y cuánto más conozcamos de la realidad mejor nos irá. Muchos descubrimientos acaban teniendo para todos nosotros consecuencias positivas que no esperábamos. Mira la teoría de la relatividad de Einstein: parece que el hecho de descubrir que el espacio y el tiempo son lo mismo no tiene consecuencias en nuestro día a día, y al principio no las tenía, pero ahora sin eso los sistemas de GPS no funcionarían en absoluto.

Un cielo que sorprende al hombre de las cavernas

         En el primer capítulo de “El Universo en una taza de café”, capítulo titulado “Las luces del cielo”, el joven autor da un repaso a la historia de la astronomía comenzando por ese momento en el que un hombre de las cavernas mira al cielo y descubre que había algo en él: discos de luz con movimientos caprichosos.

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         Para ello hay que imaginarse que uno vive en época de cuevas y taparrabos, añorando una buena compañía, a sabiendas de que el slogan del contexto histórico no es otro que el de “vive rápido y muere joven”. En aquel momento, este hombre seguía disfrutando –es mucho decir —del fuego que “ilumina las paredes rocosas de la caverna con un tono anaranjado y sus pinturas (marrones y rojizas) parecen bailar con las sombras fugaces proyectadas por las llamas sobre el color ocre de la piedra (…)

         La temperatura en el oscuro exterior es agradable porque estás atrevasando uno de esos período calurosos (…) Sabes que fuera de la cueva no vas a poder ver a un palmo de narices. El disco brillante se ha escondido hace rato en la lejanía, tras el suelo, y no tienes ni idea cuanto tardará en volver a aparecer por el otro lado, e incluso si volverá o no… Si no volviera echarías mucho de menos el reconfortante calor que el disco brillante aporta a todo. Pensándolo bien, te preguntas: ¿por qué no se puede quedar ahí arriba para siempre?… Existe otro objeto blanquecino que, aunque no brilla tanto, a veces emite luz suficiente como para salir a cazar algún animalillo nocturno.

Muchas incognitas con otras muchas respuestas

        Jordi Perei¡yra sigue describiendo en ese pimer capítulo de “El universo en una taza de café”: “Diriges la vista al cielo de nuevo. Está inusualmente despejado y puedes ver todas esas lucecillas, de brillos dispares, con una nitidez que no recuerdas haber presenciado antes. Algunas de esas luces titilan en diferentes colores. Algunas son especialmente brillantes y unas pocas no centellean. Una franja más luminosa y difusa cruza el cielo y termina bruscamente en el horizonte, recortada por las montañas lejanas. Es un espectáculo fantástico (…) Cuanto más observas el firmamento más seguro estás de que el movimiento de todas esas luces no es caótico, sino que sigue un patrón cíclico, aunque estos ciclos son largos y por eso no habías reparado antes en ellos. Ahora ya sabes que están ahí para guiarte a través de los períodos de frío y calor si consigues interpretar su mensaje”… Y, por fín: “¡Enhorabuena: acabas de cambiar irremediablemente el curso de la humanidad”.

         A partir de aquellas primeras preguntas del hombre con respuestas y aplicaciones durante muchos años si no equivocadas si inseguras, los seres humanos hemos sentido una gran curiosidad por el firmamento. Basta con observar el cielo para que nos asalten dudas como estas: ¿Qué son en realidad las estrellas? ¿Por qué no se caen? ¿Brillan para siempre o se apagan? ¿Adónde va el sol cuando se esconde tras el horizonte? ¿Cuál es el tamaño del universo? ¿Qué lugar ocupamos en él?…

Del Big Bang, la Tierra y el cerebro humano

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         Suponiendo, como por ahora creemos saber, que nuestro Universo empezó con el Big Bang, en los primeros instantes la temperatura tuvo que ser inmensamente elevada, millones de millones de grados, lo cual hacía que en el magma inicial solamente podía haber electrones, neutrinos y otras partículas elementales; pero no había ni protones, ni neutrones, ni átomos, ni moléculas.

         Ese mundo primordial, caótico e informe, estuvo sometido desde ese comienzo a ciertas fuerzas físicas, regidas por leyes precisas. Bajo la acción de estas fuerzas, el universo fue evolucionando y estructurándose de forma aleatoria, al azar.

         Según la mayoría de las fuentes de sabios y científicos, parece que la evolución de algunas de esas partículas elementales llegó a producir el cerebro humano, dotado de una complejísima red de neuronas que ha realizado el milagro de generar pensamientos y sentimientos.

         Y una aclaración: nunca será suficiente repetir que todo lo que los científicos hacen, han hecho y harán es observar el espacio infinito desde la Tierra, que es una partícula microscópica en el Universo. Por lo tanto, siempre habrá que decir: «parece que… «, «es como si…». Cierto que en los últimos 500 años, nuestra concepción del mundo ha evolucionado de manera impresionante. ¿Cómo lo hará en los próximos 500 años? Hay que tener esto en cuenta, para no afirmar categóricamente lo que ahora creemos saber.

         Sin embargo, gracias al trabajo conjunto de físicos, astrónomos y matemáticos, se ha ido descubriendo la estructura y funcionamiento de la materia, y una vez adoptada una estructura matemática que sirva para describir determinados fenómenos físicos, los físicos pueden predecir otras consecuencias de los distintos valores que se puedan dar a estas fórmulas. Si las predicciones se cumplen, eso reafirma el valor de las fórmulas empleadas. Si los hechos reales no se ajustan a las predicciones, significa que la fórmula no es totalmente válida. Por tal motivo, se convierte en un gran hallazgo la confirmación de que una predicción no se cumple.

         Las cuatro fuerzas o interacciones fundamentales

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        Hasta ahora se han encontrado en el Universo cuatro fuerzas o interacciones fundamentales: gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil, o interacciones, denominadas fundamentales. De estas cuatro fuerzas, solamente la gravedad actúa a escala cósmica y es una fuerza de atracción, no de repulsión. Por este motivo, para muchas personas resulta muy difícil aceptar que la explosión del Big Bang de potencia inimaginable inició el proceso de esparcir el cosmos en todas direcciones en un proceso de expansión que todavía prosigue hasta el día de hoy.

         A la vista de esas cuatro interacciones y reconociendo nuestra ignorancia, nos imbuimos en Internet para encontrar si la gravedad es esa fuerza que hace que los cuerpos caigan a tierra y que recordamos con la anécdota de Isaac Newton (1643-1727) con el famoso episodio de la manzana, si es la más común y la más fuerte de las fuerzas, como parece a simple vista. Y la respuesta nos la dan los expertos:

         “Esta fuerza es de alcance infinito. Lo sienten todas las partículas con masa y es bastante débil en comparación con las otras. Esta fuerza es muy compleja de estudiar a nivel cuántico, lo que impide su comprensión al nivel de las otras fuerzas. Además, es la única que no se puede proponer como una teoría cuántica de campos, por lo que no puede ser parte del gran modelo estándar que lo unifica todo.

         Para poder explicar la gravedad usamos la teoría de la relatividad general, propuesta por Einstein, lo que tiene poco que ver con la teoría cuántica y que sí es contemplada en las tres anteriores. Mientras que las otras fuerzas pueden «cuantizarse«, es decir, buscar y describir los «cuantos», la partícula mínima fundamental de dichas teorías, la gravedad no. Varias hipótesis modernas tratan de cuantizar esta fuerza aunque todavía no ha sido posible demostrar su validez con experimentos específicos. Por ello no podemos hablar de carga o partículas que hagan referencia a la gravedad, como en las anteriores. Sin embargo, eso a la gravedad le da igual. La gravedad está en todas partes, modificándolo todo, haciendo de esta realidad su propio campo de juegos; y a nosotros, sus juguetes, nos guste o no.

         Precisamente desde la teoría “Principia” de Isaac Newton donde describe la ley de la gravitación universal y establece las bases de la mecánica clásica mediante las leyes que llevan su nombre, se asegura que se ha avanzado mucho en el conocimiento de las fuerzas que actúan en el mundo material.

         A Jordi Pereyra se le pregunta por el primer científico de la historia, Tales de Mileto, que vivió entre los años 625 y 547 a. de C.: “Fue el precursor del pensamiento científico, empezó a explicar las cosas que pasaban a su alrededor observando los fenómenos naturales y su relación entre sí. El vivía en una ciudad portuaria mercante. Los mercantes son muy pragmáticos y en esa época ya creían en su éxito personal no por la gracia de los dioses sino por mérito propio. En ese ambiente Tales de Mleto desarrollo su abierta mentalidad y sus estudios.

        De la prehistoria a… “no lo sabemos todo”

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        “El universo en una taza de café” está dividido en quince capítulos y un epílogo. Capítulo 1: Primer contacto con el cielo: la Prehistoria. Capítulo 2: Estrellas convertidas en dioses: la civilización egipcia. Capítulo 3: Estudiar a los dioses: los babilonios. Capítulo 4: La búsqueda de nuestro lugar en el universo: los griegos. Capítulo 5: El sol, por fin, en su sitio: el Renacimiento. Capítulo 6: Acercando el cielo a nuestros ojos: Galileo Galilei. Capítulo 7: Encontrando la causa del movimiento: Isaac Newton. Capítulo 8: Encontrando las piezas que faltan en el sistema solar. Capítulo 9: La dimensión del sistema solar: Halley y sus expediciones alrededor del globo. Capítulo 10: La velocidad de la luz y la composición de las estrellas. Capítulo 11: El sol tampoco es el centro del universo… Y las estrellas no están tan quietas como pensamos. Capítulo 12: Vivimos en una galaxia… Una entre miles de millones. Capítulo 13: Redescubriendo la gravedad: Albert Einstein. Capítulo 14: Observando lo invisible. Capítulo 15: El origen del Universo, el Big Bang. Epílogo: No lo sabemos todo… aún.

        Enormes cambios mientras lees este artículo

        Precisamente esas fuerzas fundamentales del universo que lo dominan y lo explican casi todo, desde lo que vemos hasta lo que imaginamos o sentimos, y el éxito de “El Universo en una taza de café”, es lo que suponemos ha llevado a Jordi Pereyra a publicar recientemente otro libro titulado “Las 4 fuerzas que rigen el Universo”, en el que te engancha desde las primeras palabras:

         “El mundo será un poco distinto cuando acabes de leer este prólogo (en nuestro caso, este artículo). No mucho, por supuesto, ni siquiera te vas a dar cuenta, pero a tu alrededor habrán ocurrido una cantidad inimaginable de cosas que habrán cambiado un poco el aspecto de nuestro planeta. Millones de toneladas de agua se habrán evaporado a través de los 361.000.000 kilómetros cuadrados de superficie oceánica, quedando suspendidas en el aire en forma de nubes. La erosión provocada por los ríos, el viento y las mareas moverás una cantidad aún más vertiginosa de material de un lado a otro y algunos volcanes añadirán nuevas rocas a la superficie en forma de lava. En el núcleo del Sol, miles de millones de toneladas de hidrógeno se habrán convertido en helio, proporcionándole a nuestra estrella la energía que necesita para brillar y permitir que, en la cara iluminada de la Tierra, los árboles y las plantas hayan crecido un poco más utilizando la fotosíntesis para fijar en su estructura el carbono contenido en la atmósfera.

         Y no sólo tus alrededores, tu propio cuerpo habrá cambiado. Los microorganismos que viven en tu sistema digestivo te ayudarán  a descomponer parte de lo que has comido, tu corazón habrá estado llevando oxígeno y nutrientes a tus células a través del torrente sanguíneo y muchas de esas células habrán terminado de reproducirse mientras lees estas líneas, creando tejidos nuevos. Más aún: esos mismos procesos habrán ocurrido en el interior de cada uno de los 7.000 millones de habitantes del planeta”…

“¿Y si hubiera extraterrestre con otro método científico?”

        Jordi Pereyra nos sigue sorprendiendo al responder a la pregunta de si la ciencia se inventa o se descubre: “La ciencia es un método para descubrir la realidad, así que habría que decir que, más que inventarse, se desarrolla. Se trata de un método objetivo, el mejor que tenemos, pero a lo mejor hay una civilización extraterrestre que ha desarrollado otro método distinto al nuestro, también objetivo pero quizá más avanzado”…

         Lo que es evidente es lo que también señala Jordi Pereyra al final de “El universo en una taza de café”: “El estudio del cielo nos ha permitido empezar a responder a preguntas que, hasta no hace mucho tiempo, eran meramente filosóficas. A medida que la astronomía ha avanzado y hemos encontrado los principios que gobiernan el universo, la necesidad de recurrir a explicaciones sobrenaturales para describir el mundo se ha ido reduciendo. Como resultado, las deidades se han ido refugiando tras los fenómenos para los que aún no hay explicación”.

         ¿Quién iba decir a ese primer humano prehistórico que su recién adquirida curiosidad por el juego de luces que tenía lugar por encima de su cabeza iba a convertirse en algo tan complejo?… En fin, todavía nos quedan muchas preguntas por responder, pero eso es precisamente lo emocionante. Y, más aún, en una época en la que cualquiera tiene a su disposición más información sobre el cielo en su móvil o en su ordenador que cualquiera de los astrónomos que han desentrañado los misterios del universo a lo largo de la historia”.

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La palabra de Cristo y el gesto de Miguel Ángel

         Jordi Pereyra  que se declara no creyente y el amigo que me ha regalado “El universo en una taza de café”, me van a permitir que siga diciendo que a mí no me da la cabeza para entenderlo todo y que sigo creyendo en que algo superior a nosotros mismos, llámese como se llame, ha tenido que estar por encima de cuanto ha ocurrido en la historia del universo, eso es lo que pienso bebiéndome la taza de café, y ahora que acabamos de celebrar la Semana Santa en un mundo tan loco, revuelto e inhumano en el que vivimos, nos veamos obligados a recordar al genio de Miguel Ángel y declarar con el mismo Cristo esa su cuarta palabra (Mateo, 27,46) relacionándola con todos nosotros:  “Dios mío, Dios mío, ¿por qué nos has abandonado?”…

                                               José Manuel Alonso

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